Yo le llamaba teddy, era suave y de terciopelo color vainilla.
Era el mejor de los remedios para los días de desasosiego, inquietud y rabia hacia el mundo.
Te gustaría cerrar esos pesados parpados empapados de lagrimas para acabar ese día que ni siquiera había empezado, porque decides que es la solución ante tus problemas.
Él te escucha, es silencioso y nunca dice nada pero es reconfortante saber que cuando la línea telefonía esta totalmente saturada y es imposible la más mínima conversación esta el inerte oso aterciopelado para cambiarte su dulzura y alegría por tu gran caparazón pesado y problemático y te consigue sacar una sonrisa tan convincente que es capaz de engañar a la mas hipócrita de las personas.
