-Eh venga, porque no dejas de escribir un poco, de pensar en tus tonterías y vienes- le dijo alzando la voz.
Ella levantó la vista de su cuaderno negro descolorido por tiempo, le miró, hizo un gesto de indiferencia y se volvió a inundar de palabras, de frases y de “tonterías”.
-¿Qué crees que vas conseguir llenando ese estúpido cuaderno?-gritó.
-Todo lo que no puedo conseguir contigo, desahogarme.- susurró tan bajo que él no pudo oírle.
-Unas veces lo eres todo, otras no eres más que sexo, lujuria y frenesí, a veces te quiero infinito y otras muchas me asqueas con tu actitud, me gustas cuando ríes, me gustas cuando lloras y eres dulce, pero odio cuando en milésimas de segundo, dejas de ser así, y chillas alborotado con la mirada perdida – escribía en aquel desgastado cuaderno.
¡Pero quieres dejar eso ya! Anda ven, tomémonos una copa, una detrás de otra y hagamos que esta noche sea digna de recordar.- Dijó él endulzando la voz progresivamente.
Te odio, te odio con una copa de más y otra de menos, te odio los días 11 y las noches de días bisiestos, pero sé que eres mucho, por no decir que lo eres ¡todo!- afirma ella mirándole a los ojos fijamente.
Él la besó, y le susurró al oído- esta noche no, no discutamos por favor, y ven abrazame, que tengo ganas de ti.
Y la mañana se despertó oliendo a Martini y reflejando sonrisas en los espejos.