Alicia le devolvía la sonrisa al sol por la mañana y la luna le guiñaba un ojo antes de acostarse. Su pelo rubio trigo brillaba con los rayitos de sol que entraban por la ventana.
Esos eran días perfectos para ella y solía acompañarlos vistiéndose de colores bonitos.
Se levantaba a las 11: 11 minutos de la mañana y le gustaba tomarse un té de manzana bien calentito.
Con David pasaba momentos inolvidables, solían quedar para ver películas de acción, aunque a Alicia le gustaban más las de terror, así tenía la oportunidad de poder abrazarlo, muy muy fuerte y cerrar los ojos esperando uno de esos besos tan cálidos.
Todo cambió.
Su pelo dejó de brillar de la misma forma, ya no vestía colores bonitos, y aunque todo parecía igual de perfecto, en realidad ella no era más que una titiritera de un teatro irreal, desembocado al fracaso.
Solía apagar sus penas con un buen polvo y un cigarrillo minutos más tarde, aunque sabía que nada iba a cambiar por hacerlo y deseaba, de alguna manera, dejar de ser una simple compañera de una noche.